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Qué es el martirio espiritual

El calvario es el testimonio supremo del amor, a través del que el fiel asegura su decisión por Dios y por Cristo. El calvario, como sacrificio de uno mismo, es una imitación de la pasión de Jesús que pide una especial comunión de sentimientos y voluntades.

El día de hoy el Papa fué singularmente enérgico en sus expresiones. Dirigiéndose a los una cantidad enorme de leales y peregrinos que se han acercado el día de hoy a la plaza de San Pedro para saludarlo y escucharlo, los invitó a abrazar con valentía el cristianismo ahora «caminar contra la corriente».

Con base en el Evangelio dominical, se propuso el interrogante “¿qué es lo que significa perder la vida por la causa de Jesús”? Sobre esto, explicó que los cristianos tienen 2 maneras de llevarlo a cabo: confesando explícitamente su fe; o defendiendo implícitamente la realidad.

El calvario en la vocación cristiana

Vicente de Paúl evoca reiteradamente los primeros días de la Iglesia, en el momento en que el calvario era común y recurrente (IX, 1089; XI, 259. 262. 292 716). Él mismo conoció a personas que brindaron su historia en el testimonio de Cristo. Toda temporada histórica conoce mártires pues el calvario es algo constitutivo de la vida cristiana.

La vocación del católico es continuar a Jesucristo en la vida. El rastreo fomenta la imitación, que por la presencia activa del Espíritu, lejos de ser una copia mecánica y externa, radica en reproducir tus movimientos, tus sentimientos, tus reacciones profundas frente el planeta, la sociedad, la gente, las cosas, y frente a las realidades en enfrentamiento tanto usuales en la vida diaria. Por consiguiente, asimismo va a ser preciso reproducir su muerte, decidida exactamente en la mitad de una de estas realidades enfrentadas. Fue el primer mártir que marcó el sendero de los que le proseguirían. Ser católico es continuar a Cristo realizando lo que logró en la tierra; y esta decisión incluye la opción de ofrecer la vida con Él y como Él por el bien de los hombres. «¿Probablemente halla algo mucho más razonable que ofrecer la vida por Aquel que tan de forma gratuita dio la suya por todos nosotros? Si nuestro Señor nos quiere hasta el punto de fallecer por nosotros, ¿por qué razón no habríamos de estimar tener de él esta predisposición, de fallecer verdaderamente, si se muestra la ocasión? (XI, 259).

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